miércoles, 9 de mayo de 2012

Proceso socio-económico: migración internacional.

 

¨Proceso socio-económico: migración internacional”

por Sergio Duarte Duarte.

 

El desplazamiento de la migración internacional, uno de los fenómenos globales más intensos y desafiantes de nuestros tiempos, ha mostrado signos de creciente complejidad. Los mismos ponen de manifiesto la necesidad. Los mismos ponen de manifiesto la necesidad de establecer un diálogo continuo entre los estudiosos del tema, así como también entre estos y los actores de los procesos migratorios, que permita enriquecer las perspectivas teóricas, los desarrollos metodológicos y la formulación de políticas congruentes. La movilidad nacional e internacional de las personas constituye, hoy, un tema de justificada preocupación y plantea interrogantes de todo tipo, mismas que la comunidad académica debe tratar de responder, siempre desde una perspectiva regional y global, para lograr una mejor comprensión del fenómenos migratorio y avanzar en el conocimiento del mismo.

Cabe señalar que los efectos de las migraciones internacionales no solo se reflejan en las agendas políticas, en las convenciones internacionales y en las relaciones entre los diferentes países que originan y reciben a las poblaciones migrantes. La importancia de este fenómeno, que crece y cambia día con día, debe valorarse desde una perspectiva mas amplia, pues sabemos que sus efectos se manifiestan, y de manera cada vez mas intensa, a la realidad social en su conjunto.

No solo la población  en movimiento vive las consecuencias del desplazamiento; también las familias de los mismos migrantes, las comunida-des expulsoras, las sociedades receptoras e incluso los poblados  ubicados en las rutas de transito experimentan los impactos de las migraciones, de manera tal que su vida cotidiana y, en general, la organización comunitaria se modifican como resultado de estos movimientos.

La importancia que se le asigna a las migraciones internacionales en nuestros días no debe buscarse solamente en la magnitud de los flujos. Cuantificar las migraciones es muy difícil, tanto por las limitaciones estadísticas como por la complejidad conceptual del fenómeno y lo borroso de sus entornos. La oficina de Población de las Naciones Unidas se ha atrevido a calcular el número de los migrantes internacionales para el conjunto del planeta, entendiendo por tales  las personas que viven en un país diferente del suyo, para el año 2008 a casi 200 millones de personas.

Tal cifra resultaría pequeña, para un mundo poblado por cerca de 6500 millones de personas y caracterizado tanto por crecientes, desigualdades sociales y económicas, como por la masiva cantidad de terribles acontecimientos de opresión y grave inseguridad. De aproximarse a la realidad, es estimación implicaría que solo uno de cada cuarenta habitantes del mundo menos desarrollado vive en un país diferente del suyo y tiene la condición de migrante internacional.

Para que se produzcan migraciones internacionales no basta con que existan profundas desigualdades entre países. Para migrar a otro país  no basta con tener motivos o con querer hacerlo: hace falta también poder hacerlo.

La primera explicación de la limitada movilidad actual, reside en la infinidad de barreras creadas por las políticas migratorias de los países receptores, que restringen el acceso de migrantes y reducen la libre circulación de personas. En efecto, el volumen de los flujos migratorios internacionales se ha incrementado en los últimos decenios, pero también transcurre  en forma mucho más limitada de lo que se piensa. La cifra de 200 millones de migrantes internacionales, duplica con creces a los 82 millones para 1970. Sin embargo, esa diferencia tiene que ver por el aumento del número de países surgidos en el mismo lapso de tiempo.

Para un mayor entendimiento exteriorizare un ejemplo, la desintegración de la Unión Soviética ha contribuido poderosamente a ese aumento, por el simple hecho de convertir a millones de ciudadanos que no se han movido de sus hogares en migrantes  internacionales, dado que el criterio utilizado es el de vivir en un país distinto del propio. En todo caso, ese incremento ha sido muy inferior al crecimiento  experimentado por la población mundial en el mismo periodo, por lo que en términos relativos la magnitud de los flujos ha tendido mas a disminuirse que a aumentar.

Visto de una perspectiva histórica, el volumen  de los flujos migratorios  internacionales a comienzos  del siglo XXI es claramente inferior, al que existía, hace un siglo.  El principal país receptor sin dudarlo por supuesto es Estados Unidos, en el año de 1907 recibió la impresionante cantidad de un millón 700 mil, una cifra nunca superada ni siquiera en la actualidad. Ahora, con una población cinco veces mayor que entonces, es raro el año en el que supera el millón de nuevos migrantes.  

Por otra parte, el número de países receptores es hoy mucho mayor que entonces, pero ninguno muestra la capacidad de protección como ciertos países lo caracterizo Argentina, Brasil, Canadá o Australia, o a otros de menor tamaño.

Es posible afirmar que las migraciones internacionales se han mundializado. Ello se manifiesta en el elevado y creciente número de países implicados en las migraciones internacionales y en la multiplicación de rutas migratorias.

Hace cien años aproximadamente, el grueso de los migrantes internacionales, arribaban a cinco grandes países: Estados Unidos, Argentina, Brasil, Canadá y Australia. Ahora, habría que sumar los recibidos por mas de cuarenta países. Ello significa que la nomina de países receptores de migrantes se ha multiplicado.

Las principales fuentes de la migración internacional ya no están en Europa, sino en Asia, América Latina y África. Hace un siglo, nueve de cada diez migrantes internacionales eran europeos. En nuestros días,  el número de países que nutren sistemática y significantemente los flujos migratorios internacionales supera el centenar.  A los mas antiguos se suman nuevos, como Ucrania, Bolivia  o Nepal.

México, y muchos otros mas, son receptores, expulsores y países de tránsito, una triple categoría en fuerte expansión que es en si misma reflejo de los obstáculos que se oponen a la libre circulación. El incremento de países, de origen, destino y tránsito, al mapa mundial de las migraciones internacionales se completa la fuente con una fuerte tendencia a la diversificación de rutas y conexiones origen- destino.

Si el mapa migratorio en el pasado, podía fácilmente dibujarse con unas pocas flechas gruesas que partían del viejo continente hacia el Nuevo Mundo, el actual, aparece cruzado por infinidad de líneas mas delgada que conectan con cualquier punto del globo. Algunas de estas conexiones origen- destino hubieran resultado enteramente impensables hace poco tiempo.

A diferencia del pasado, el vigente es un sistema global y multipolar. De hecho, el rasgo más destacado de las migraciones internacionales en nuestros días es su carácter mundial, y de él derivan múltiples implicaciones. Partimos de la tesis, de que la globalización no se ha concretado en la esfera de la libertad de circulación de las personas. Algunas de sus principales modalidades están severamente restringidas, en especial las migraciones laborales y las que conducen al establecimiento indefinido, precisamente las que eran preeminentes en el periodo anterior.

En nuestros días, la libertad de circulación es la excepción. La regulación y la restricción de la libertad de tránsito es la norma. La supresión de barreras y la liberación de flujos que un término importante en la globalización no se han extendido a las migraciones internacionales.

Se trata de una globalización erizada de fronteras y de barreras, una mundialización que se ha producido a pesar de estas y no gracias a su eliminación. Si el orden migratorio anterior, el que tuvo como principal manifestación a las grandes migraciones transoceánicas, se desenvolvió en gran medida en un contexto de libre circulación, el actual transcurre en un mecanismo maniatado por la restricción y el control.

Esta mundialización migratoria tiene que ver con otras facetas de la globalización, en especial la de los transportes, que ha disminuido la distancia y el tiempo, y la de de las comunicaciones y la información, que han creado algo parecido a una perspectiva mundial que hace posible que cualquier país pueda constituir destino potencial para los migrantes y que estos tiendan a moverse, con éxito variable, por el mundo entero.

En el pasado, la capacidad de acogida de los países receptores era capaz de absorber a todos los que lo intentaban, aunque pasaran penalidades, a los migrantes no les faltaba lugar a donde ir. Muchos de ellos, de hecho, fueron reclutados. Ahora los candidatos a migrantes, efectivos o potenciales, superan con mucho el numero  que los receptores están dispuestos a admitir. Ese número se ha multiplicado, tanto por el aumento del número de países de origen como por el fenomenal crecimiento demográfico que ha tenido lugar en el último medio siglo en Asia, África y América Latina.

No cabe duda de que todas las economías desarrolladas o de alto nivel de renta demandan trabajadores migrantes. Pero tal demanda de migrantes, entendida como lo que los economistas denominan demanda solvente -  en este caso el número de migrantes que los países que los países receptores están dispuestos a aceptar, se ha reducido drásticamente en el conjunto de los países receptores.

En parte ello ha resultado de la disminución relativa de la demanda de trabajo en general, tanto por procesos de mecanización e intensificación  del capital y la tecnología como por una nueva división internacional del trabajo que ha relegado las operaciones más intensivas en trabajo a países con niveles salariales más bajos. Sin duda hay  demanda de trabajo de los migrantes, pero en general se sitúa en sectores donde la tasa de beneficio depende de bajos salarios, como ejemplifican diversos tipos de servicios y actividades agrícolas. Y por ello es limitada en volumen.

La disminución también resulta de las fuertes y crecientes reservas que muchas sociedades receptoras  muestran el aumento del volumen de la población migrante en su seno. No pocos países receptores se muestran reticentes a admitir a los trabajadores foráneos que necesitan, por el temor a que menosprecien la homogeneidad cultural, o bien se les liga a la violencia ciudadana.

No resulta aventurado atribuir una parte importante de esas reticencias a otra de las grandes implicaciones de la globalización migratoria: la heterogeneidad que caracteriza la composición de los flujos migratorios y su impacto sobre la etnicidad de las sociedades receptoras.

Hay que tomar en cuenta que casi 6 de cada 10 migrantes internacionales residen en países calificados como de alto nivel de renta. Por supuesto, esa proporción, muy  variable entre unos y otros países, se eleva considerablemente si a los migrantes que tienen la condición de extranjeros se añaden los que han adquirido la nacionalidad del país receptor y sus descendientes directos.

La mundialización de los flujos, con la consiguiente diversificación  de orígenes, entraña una creciente heterogeneidad étnica en las sociedades receptoras. Ello está conduciendo, en un corto espacio de tiempo, a su conversión en sociedades multilingües, multiculturales y plurietnicas, una transformación  histórica de profundidad sin precedentes y vastas implicaciones.

De Estados Unidos se ha podido decir que, por primera vez en la historia, un país tiene una población compuesta por todas las razas del mundo, todas las religiones y todas las lenguas. Trágico reflejo de ello, es el hecho de que en los atentados del 11 de Septiembre, en el World Trade Center perdieran la vida ciudadanos de 78  países. Algo parecido ocurrió, guardadas las proporciones, en los sangrientos atentados contra los trenes de la estación Atocha en Madrid, el 11 de marzo de 2004.

En todos los países,  con transformaciones culturales profundas, se vive con sentimientos encontrados. Muchos ciudadanos  ven excesiva la proporción de migrantes, y expresan temores hacia la perdida de cohesión social, cuando no abierto rechazo a la sociedad multicultural. Incluso en las tradicionales sociedades receptoras de migrantes de Norteamérica o Australia y Asia, quizás con la excepción de Canadá, en los últimos años pueden estar cambiando significativamente, como nunca lo hicieron antes, las actitudes populares tradicionalmente comprensivas hacia los migrantes.

En síntesis, puede afirmarse que la actitud hacia la migración ha cambiado significativamente. Si bien nunca le han faltado enemigos, en el pasado tendía a prevalecer una valoración positiva de la misma. Para confirmarlo basta examinar la mitología dominante en el imaginario colectivo de las clásicas sociedades de migrantes. Por el contrario, hoy en día la migración es vista ante todo como un problema que hay que disminuir o aplacar como una guerra que combatir, un acertijo que resolver y un motivo por cual hay que preocuparse.

 

 

 

 

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