¨Un dominio masivo: La religión¨
por Sergio Carlos Duarte Duarte.
En ocasiones podríamos pensar que la religión y la política son asuntos antagónicos, dado que el imaginario colectivo asume como referencia la espiritualidad y el alma del ser humano de manera integral y la otra, es propensa a las cuestiones terrenales, siendo que esta idea se ajusta al quehacer de nuestros representantes políticos, la ambición material y el desinterés de su profesión por un servicio social. Sin embargo, esto no es así, ambas coinciden en un punto, la estructura de la institución tanto eclesiástica como la política depende del funcionamiento de una burocracia que implica jerarquías, así como también al interior de cada una, hay corrientes ideológicas que están en pugna por alcanzar ya sea el poder divino o el poder material, respectivamente. En estas últimas fechas la realidad ha demostrado que la religión católica y la política que se practica en nuestro país guarda una relación podríamos decirle maligna, anulando la estrecha línea que existe entre lo espiritual y lo terrenal.
Con la muerte del anterior papa Juan Pablo II se difundió innumerable información acerca de sus 26 años de pontificado, acaparando en su totalidad los medios de comunicación masivos, tal hecho lo convierte en un hombre que cambio el rumbo de la historia política-social del mundo a partir de su investidura clerical y como Jefe de Estado, al respecto consideramos que fue un hombre que formo parte de ese devenir histórico, pero no fue el pilar fundamental para la reestructuración de Europa, del final de la guerra fría y la transformación política de América Latina; hemos pensado que el pontificado de Juan Pablo II fue en muchos aspectos contradictorio, asumió un papel de restaurador de la humanidad oponiéndose a la liberación sexual y al hedonismo de occidente, trabajo arduamente en contra de los teólogos rebeldes y dio cobijo a movimientos tradicionalistas y místicos como el Opus Dei. Mientras fincaba relaciones diplomáticas con otros jefes de Estado de Europa y Estados Unidos, llevo una ofensiva contra la Teología de la Liberación que se basa en algunos principios marxistas simpatizando en varios movimientos guerrilleros y sociales que acontecieron en la década de los sesentas.
Este panorama internacional que se adueña mediáticamente de los medios de comunicación electrónicos – no así de los medios impresos- favorece sin dudar a los intereses políticos y religiosos de la derecha mas determinada, del gobierno federal e iglesia católica. En esta perspectiva observamos que la religión y la política se encuentran en un mismo sendero al manipular por un lado las creencias y por el otro, los principios políticos en nombre de un orden establecido que en ocasiones es más bien un orden teatrificado.
El Estado mexicano es oficialmente laico. La separación entre instituciones religiosas y la administración política de la nación quedo consagrada en la Constitución de 1857, y fue ratificada en la constitución vigente. La constitución de 1824 declaraba que la religión oficial de la Republica seria la católica, y Morelos señalaba que no debería haber tolerancia para ninguna otra. A partir de la segunda mitad del siglo XX, inicio un proceso de introducción de credos diferentes al católico.
Según las cifras del INEGI, la mayor parte de los mexicanos se declara católica con un 96 % de simpatizantes en el país aproximadamente. La segunda agrupación religiosa son los Testigos de Jehová, que suman más de 1 millón de adeptos, que convierten a la congregación mexicana de esa religión en la segunda a nivel mundial. En tercer lugar se encuentra la Iglesia de la Luz del mundo, que tiene su centro en La Hermosa Provincia, una colonia de Guadalajara. Las denominaciones pentecostales tienen también presencia importante, sobre todo en las ciudades de la frontera y las comunidades indígenas.
Mas allá de las iglesias y denominaciones religiosas, persiste en México un fenómeno que algunos antropólogos y sociólogos llaman Religión Popular, esto es, la religión tal y como la práctica y entiende el pueblo. En México, el componente principal es la religión católica, a la que han adherido elementos de otras creencias, ya de origen prehispánico, africano o asiático. En general, la religiosidad popular es vista con malos ojos por las religiones estructuradas. Uno de los casos más ejemplares de la religiosidad popular es el culto a la Santa Muerte. La jerarquía católica se empeña en calificarla como culto satánico. Sin embargo, la mayor parte de las personas que profesan este culto se declaran así mismas como creyentes católicos, y consideran que no hay ninguna contradicción entre los homenajes que brindan a la Niña Blanca y a la adoración de Dios. Otros ejemplos son las representaciones de la Pasión de Cristo y la celebración del Día de Muertos, que se realizan en el marco del imaginario cristiano católico, pero bajo una reinterpretación muy particular de sus protagonistas.
En resumen, lo preocupante de este contexto es que estamos retrocediendo paulatinamente en el ejercicio político institucional, violentando las Leyes de Reforma que instituyo Benito Juárez en cuanto a la separación de funciones entra la Iglesia y el Estado; de manera continua se transgrede el carácter laico del Estado mexicano con la conducta tachable de nuestros apoderados políticos o autoridades máximas.
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